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Clasif B
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Una vez más, el mal de los grandes directores aparece. Supongo que es inevitable. Oliver Stone ha tenido grandes éxitos que le han hecho un nombre recomendado en la meca del cine y un director obligado para cualquier cinéfilo.
Sin embargo, hace mucho que tiene olvidados sus sueños de grandeza fílmica, a los que cambió por los sueños de riqueza material, al buscar éxitos taquilleros aprovechando historias previsiblemente fabulosas. Sin embargo, mi estimado Oliver, has de recordar que aunque los estudios y los medios se prostituyan para rendirte pleitesía, la cruda realidad de los espectadores es franca e inevitable. La única forma de comprarnos es con una película que valga la pena.
En esta ocasión, explota un tema que, necesariamente toca las fibras sensibles de todos los Norteamericanos: las Torres Gemelas. Y centra el meollo de la tragedia en el drama humano de dos policías atrapados entre los hierros retorcidos del capitalismo derribado… ordeñando las lágrimas a la fuerza, rememorando en cabeza ajena uno de los eventos más localizables en la historia próxima de la violencia humana.
Desafortunadamente, arroja a los cerdos la historia al acomodarse en una serie de clichés culturales referentes a la fuerza de Norteamérica, su hipócrita riqueza multicultural y su innecesario sentimentalismo autolastimero.
Ni Nicholas Cage ni Maggie Gyllenhaal ni María Bello ni nadie salva la historia, tan predecible como innecesaria.
Recomendable, sin embargo, si te agradan las películas en las que el heroísmo surge de las cenizas de almas escondidas.
Sin embargo, hace mucho que tiene olvidados sus sueños de grandeza fílmica, a los que cambió por los sueños de riqueza material, al buscar éxitos taquilleros aprovechando historias previsiblemente fabulosas. Sin embargo, mi estimado Oliver, has de recordar que aunque los estudios y los medios se prostituyan para rendirte pleitesía, la cruda realidad de los espectadores es franca e inevitable. La única forma de comprarnos es con una película que valga la pena.
En esta ocasión, explota un tema que, necesariamente toca las fibras sensibles de todos los Norteamericanos: las Torres Gemelas. Y centra el meollo de la tragedia en el drama humano de dos policías atrapados entre los hierros retorcidos del capitalismo derribado… ordeñando las lágrimas a la fuerza, rememorando en cabeza ajena uno de los eventos más localizables en la historia próxima de la violencia humana.
Desafortunadamente, arroja a los cerdos la historia al acomodarse en una serie de clichés culturales referentes a la fuerza de Norteamérica, su hipócrita riqueza multicultural y su innecesario sentimentalismo autolastimero.
Ni Nicholas Cage ni Maggie Gyllenhaal ni María Bello ni nadie salva la historia, tan predecible como innecesaria.
Recomendable, sin embargo, si te agradan las películas en las que el heroísmo surge de las cenizas de almas escondidas.
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